
Hay muchas razones por las que uno podría sentir la necesidad de cambiar su dieta en cualquier momento. A veces, puede tratarse del control de ciertas afecciones de salud; otras veces, el objetivo puede ser alcanzar un peso corporal con el que se sienta cómodo. Por supuesto, las preferencias gustativas y las filosofías personales sobre la comida también influyen significativamente en las decisiones dietéticas.
Con tantas dietas para elegir, los planes bajos en grasas y carbohidratos son los que la gente elige rápidamente. Cada uno tiene sus defensores y escépticos, lo que nos deja a todos con la pregunta apremiante: ¿Es alguna dieta más efectiva?
Como ocurre con muchos temas complejos, la respuesta tiene matices. Ambas dietas ofrecen ventajas y limitaciones únicas. Siempre habrá muchas opiniones sobre cuál es mejor para diferentes propósitos, por lo que en esta publicación nos ceñiremos a las afirmaciones de investigaciones científicas a gran escala.
En la superficie, objetivos similares de pérdida de peso unen los planes bajos en grasas y carbohidratos
Si analizas el panorama dietético, notarás que las dietas bajas en grasas y carbohidratos comparten objetivos comunes, especialmente en cuanto a la salud general, una mayor esperanza de vida y la pérdida de peso. Esto último no es sorprendente, ya que bajar de peso suele ser lo primero que se piensa al considerar cambios en la dieta, sobre todo al hacer propósitos de Año Nuevo.
Sin embargo, lo que hace que una dieta sea exitosa a largo plazo es la capacidad de seguirla. Lo más importante es recordar que la mejor dieta armoniza con el estilo de vida, las preferencias alimentarias y las necesidades de salud. Lo más importante es la capacidad de uno para soportar esas pérdidas e, idealmente, obtener otros beneficios para la salud.
Desenredando la maraña: una contribución excepcional a la investigación
En 2018, un estudio publicado en la Revista de la Asociación Médica Americana buscó resolver las controversias entre los defensores de las dietas bajas en grasas y bajas en carbohidratos. Liderado por un equipo de científicos de la Universidad de Stanford y con la asistencia de los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. y la Iniciativa de Ciencias de la Nutrición, esta investigación se distinguió por su metodología integral. El estudio no fue pequeño ni breve; implicó el monitoreo de los hábitos alimenticios de más de 600 participantes, alrededor de 40 de ellos durante un año completo. De ellos, 481 finalizaron el estudio, una tasa que generalmente coincide con los estudios dietéticos a largo plazo.
A diferencia de otros estudios que suelen basarse en diarios de alimentación autodeclarados, propensos a imprecisiones, esta investigación empleó una metodología rigurosa. Los participantes tuvieron que reunirse con un dietista varias veces al año y se les sometieron a recordatorios dietéticos aleatorios e inesperados. Este seguimiento estricto y el énfasis en el consumo de alimentos integrales y una variedad de verduras permitieron que el consumo de calorías fuera relativamente constante entre ambos grupos.
Además, el estudio intentó explorar el factor genético, seleccionando a los participantes para detectar genotipos específicos que se cree que favorecen una dieta baja en grasas o carbohidratos. El descubrimiento es bastante esclarecedor: ni la presencia de los genotipos «bajos en grasas» ni «bajos en carbohidratos» tuvo un efecto sustancial en la eficacia de la dieta en cuestión, ya fuera en la pérdida de peso o en otros parámetros de salud como el IMC, la presión arterial o el porcentaje de grasa corporal.
El panorama general de la salud: los estudios van más allá del peso
Es fundamental reconocer que los beneficios de cualquier dieta van más allá de la simple pérdida de peso. Otro estudio publicado en el Journal of Internal Medicine amplió el análisis para incluir otros aspectos de salud. La investigación indicó que una dieta baja en grasas podría mitigar significativamente los riesgos relacionados con el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la mortalidad prematura en personas de mediana edad o mayores. Una dieta baja en carbohidratos tuvo beneficios similares, aunque ligeramente menos contundentes. Esta perspectiva más amplia es crucial, especialmente a medida que envejecemos y nos volvemos cada vez más susceptibles a diversos problemas de salud.
Adherencia y flexibilidad: la última palabra
El éxito a largo plazo de cualquier dieta depende, en última instancia, de la capacidad de uno para seguirla y combinarla con ejercicio.
Sin embargo, para muchos, la dieta baja en carbohidratos es menos restrictiva. Quienes siguen un estilo de vida bajo en carbohidratos deben evitar los cereales refinados y los snacks azucarados. Por otro lado, permite una mayor variedad de carbohidratos de digestión lenta, como legumbres y cereales integrales. La dieta baja en grasas tiende a ser más restrictiva, ya que exige evitar los alimentos grasos, lo que la hace más difícil para muchos, especialmente cuando la gente publica las comidas más apetitosas en Instagram y TikTok.
Tanto las dietas bajas en carbohidratos como las bajas en grasas tienen algo valioso que ofrecer, dependiendo de tus objetivos de salud y estilo de vida. Elegir entre ambas debe considerar cuidadosamente tus circunstancias y objetivos de salud a largo plazo. Después de todo, no se trata solo de alcanzar un peso ideal u otros hitos a corto plazo; se trata de crear un estilo de vida sostenible y cuidar tu salud durante años.
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